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Algunas PELÍCULAS RECIENTES

No sé cómo ha ocurrido exactamente, pero en estos 30 (o 40) últimos días repletos de entregas finales he visitado las salas más que en ningún otro mes de lo que va de año. Y, puesto que es una buena excusa para hablar por encima de un buen número de películas interesantes a la que igual no llegaría a dedicarles ni eso, he decidido que resultaba relevante convertirlo en un post. Así que vamos a ello.


The Northman

Con un presupuesto 7 veces superior a The Lighthouse, la nueva obra de Robert Eggers utiliza de base la trillada Hamlet para construir una experiencia acojonante. Las carísimas escenas en paisajes escandinavos representan la cultura vikinga de una manera que nunca había visto en ficción. Todos los ritos, festividades y actos violentos están dotados de un carácter animalístico y poco ortodoxo, construyendo una atmósfera cruda que te va alejando más y más de la realidad a medida que los minutos pasan.

Es en esta progresión en la que el director se desata más y más. Lo que empieza como una épica teatralizada pero anclada a la realidad tiende con cada paso a lo mítico y a lo abstracto. Este pulso inexorable con el que la narración se desarrolla es una de las grandes virtudes del largo, logrando que salgas de la sala desorientada, y con la sensación de haber presenciado no una historia, sino una leyenda.

En general, es excelente, y solo puedo sacarle pegas por comparación a la anterior película de Eggers, que consigue sensaciones tan potentes (o incluso más) con muchos menos recursos. Comparación, por otro lado, injusta e innecesaria.



Where is Anne Frank

Con solo tres películas de animación, Ari Folman se ha posicionado como uno de los autores contemporáneos más respetados del medio. Puede que sean estas altas expectativas las responsables del regusto agridulce que ha coronado la espera de 8 años tras The Congress. Where is Anne Frank es una película mucho más convencional que la obra anterior del autor, tanto técnica como estructuralmente. Hace unos meses escribí un post sobre cómo no somos nadie para exigirle a un creador trabajar en una línea concreta. Si ha querido apostar por este estilo, sus motivos tendrá. Puede que quiera llegar a un público más amplio, o puede que no: ¿quién sabe? No obstante, no puedo evitar que esta nueva apuesta me resulte, personalmente, menos estimulante que las jugadas anteriores.

Si puedo darle un punto a la obra, definitivamente es su crítica a la resignificación del famoso diario. El guion se mete a saco con la manera en la que utilizamos mensajes ñoños sobre la tolerancia para atraer turismo y dinero al primer mundo, y no hacemos más que invertirlo en repatriar a inmigrantes completamente inocentes a países llenos de conflicto. Puede que no me apasione su uso del CGI ni su estilo de diálogo... pero eso lo clavó.


The Bad Guys

La nueva propuesta de DreamWorks sigue la moda del cel shading a la que nos condenaron Spider-Verse y ahora Arcane, aplicándola a una trama sencilla de atracos en clave de comedia familiar que muestra sus mejores cartas en una trepidante primera escena. El dinero insuflado se nota en la animación de cada personaje, en especial en la actitud del lobo protagonista, que, natación aérea incluida, es todo lo que habría sido Lupin III de no haberse estrenado en una televisión de los 70s (y sin las violaciones).

Resulta difícil aburrirse gracias a su buen hacer, pero arrastra esas limitaciones de cualquier producto que tenga que garantizar el éxito entre familias de todo tipo: la estructura no se mueve ni un milímetro de lo funcional, su eficiencia narrativa no deja espacio para que el mundo o los personajes respiren y sus valores morales son cuestionables (el Bien equiparado al autosacrificio y al respeto al orden). No creo que sea justo ni inteligente esperar algo diferente de un proyecto de estas características (y me lo pasé bien), pero de cara a recomendarla, es importante saber a lo que vas.

Mientras tanto, brillan en rojo los números de la cuenta regresiva que marca el momento de ahogarnos en las trilladas turbulencias submarinas de la nueva ola de CGI que ya nos ha embestido.


Veneciafrenia

En una entrevista, Álex de la Iglesia decía que iba a considerar de la familia a cualquier director que hiciese una película de terror, fuese buena o mala. Hay un sentimiento extremadamente social en cualquier género de nicho, y Veneciafrenia celebra el slasher desde ese prisma. Es una película muy tonta, pero no en un sentido condescendiente ni irónico: sabe que su condición no es algo por lo que deba justificarse sino que puede llevarla con orgullo.

Hay toneladas de personalidad en cada detalle que la película se puede permitir (no tuvo la producción más limpia del mundo), una honestidad muy humana que gusta encontrar en una española de terror en pleno 2022. Mi cine se rio con la primera muerte, y creo que es una fantástica noticia para una película que entiende el terror no como una temática adscrita al miedo sino como algo que puede ir más allá de una manera muy disfrutona, explorando tramas y mezclando estéticas con las que sorprender a la parte más básica del espectador. No a todo el mundo le gustará, pero un largo que busca ser de nicho sería un fracaso si lograse un consenso colectivo. Por mi parte, me divertí.



Dr. Strange in the Multiverse of Madness

No voy rigurosamente al día con el MCU. Todo bien con las tres primeras fases, pero no he tocado un solo minuto de las series televisivas y ya ni intento enterarme de quién es la gente que aparece en las poscréditos. Sin embargo, las promesas de algunos amigos sobre una genuina película al estilo Raimi me impulsaron a acudir a ver Multiverse of Madness. Y, sin ser automáticamente la mejor película que ha salido de esta productora, me sorprendió gratamente lo lejos que lleva su apuesta. Con cada nuevo giro, su calidad aumenta y la voz del director de Evil Dead se deja oír con mayor contundencia.

Creo que, especialmente después de hablar de un proyecto como Veneciafrenia, es fácil y comprensible caer en una visión algo pesimista de la cinta. Últimamente, Marvel parece caracterizarse por recoger géneros de nicho y pasarlos por su filtro hasta convertirlos en una papilla fácil de digerir. Estos sabores, mucho más pintorescos que los de la fase 1 (pero igualmente suaves en el fondo), me dejan una sensación agridulce cuando los créditos ruedan: Multiverse of Madness es, qué duda cabe, una buena película, pero le falta algo de pureza para consumarse en su mejor forma posible.

Con todo, me gustaría hacer el esfuerzo de, por una vez, elegir la perspectiva optimista: la de un asfixiante océano de blockbusters que pasito a pasito parecen querer abrirse a nuevas propuestas, que con toda seguridad harían a cualquier espectador disfrutar tanto o más que las presentes.


Verdens verste menneske

The Worst Person of the World tiene la bastante confianza en sí misma como para ser una de esas películas que se dividen en capítulos. Sin embargo, desde su primer minuto de metraje deja claro que es lo suficientemente tocha como para poder permitírselo.

Resulta bastante complicado abordar esta película desde un prisma racional, puede que porque no se trata de un largometraje que puedas entender solo con lógica. Creo que cualquier persona en el espectro de edad de la protagonista que alguna vez se haya sentido mínimamente perdida en la vida lo va a recibir como un golpe demoledor que le dejará con resaca existencial durante días.

Está escrita con un refinamiento y una acidez raros de encontrar en una sátira, género extremadamente difícil que suele caer en el humor negro más facilongo o acabar por tirarse demasiado el pisto. Los primeros minutos de metraje incluyen a un hombre explicándole a la protagonista lo que es el mansplaining, y lo que va después es un no-parar más preocupado por hacer preguntas que por responderlas. Porque si hubiese solución a esos dilemas, no habría necesidad de grabar esta película.

Me cuesta articular una crítica más concreta, indagar en por qué esta me hace trizas y otras de su estilo pasan sin pena ni gloria en mi recuerdo. Hay algo en el tono que me apela con muchísima fuerza, y, en este caso, me resulta suficiente.


Alcarràs

El realismo no es precisamente un movimiento nuevo en el arte, pero es curioso lo poco que ha cambiado su objetivo con el paso de los siglos. Alcarràs es una de las películas que con mayor pureza se adscriben al género en tiempos recientes, puede que no solo dentro del cine español, sino en general. Su dirección de actores escapa por completo a mi entendimiento: no sé como puede lograrse un resultado tan abrumadoramente naturalista.

La obra tiene una premisa verdaderamente jodida, pero hay muy poco drama en el largo. Como en la vida real, lo normal en los momentos difíciles no es pasarse el día llorando o regodeándose en la propia desdicha. Los momentos más tensos de Alcarràs afloran de manera casi anticatártica, por acumulación de situaciones o simplemente porque a algún personaje se le cruza un cable. Por ello, por la manera en la que construye su complejo elenco coral sin hacer juicios y por la cantidad de matices con los que explora la realidad de la agricultura catalana es una obra extremadamente sensible, pero nunca sensiblera.

Disfruto el melodrama como cualquiera, pero en toda la proyección no sentí ni por un momento que Carla Simón y el resto del equipo me estuviesen arrastrando por la fuerza a una dimensión emocional. Es un ejercicio cinematográfico espectacular y una prueba más de que el cine español está pasando por un gran momento. Solo hay que saber dónde mirar.


Cinco lobitos

Si bien pocas cosas pueden competir con Alcarràs en su terreno, Cinco lobitos es un contundente debut en largo para Alauda Ruiz de Azúa. Especialmente en su primera mitad, se trata de una espectacular representación de la depresión perinatal, llena de matices, que desprende de todo romanticismo, en el buen sentido, al trillado tema de la maternidad.

No quiero imaginar lo difícil que debe ser rodar con un bebé de verdad, ni los quebraderos de cabeza por lo que habrán pasado en los departamentos de dirección y de montaje para lograr las vibrantes escenas protagonizadas por la niña.

En su segunda parte, el guion empieza a explorar temas más convencionales con una estructura más tradicional, aunque no por ello deja de ser impactante. Si tenéis que elegir entre Alcarràs y esta, mi balanza se inclinaría a la primera. Pero ya sabéis que las comparaciones dan un poco de asco.


Jujutsu Kaisen 0

Jujutsu Kaisen 0 no iba a existir así cuando se escribió. Mucho antes de que la serie se convirtiese en un fenómeno mundial, allá por 2017, una muy desconocida Gege Akutami publicó el tomo único en cuatro capítulos que resultaría en el nacimiento del manga principal y acabaría siendo la base de esta película. Esta condición casi accidental lastra en parte a la película.

Hay mucho que disfrutar si te gusta el shounen de peleas en sus 105 minutos, empezando por una interpretación visual mucho más ambiciosa de todas las pretensiones de la serie. No obstante, los añadidos y retoques al guion original no hacen mucho por evitar que la estructura se sienta como una torpe sucesión de cuatro actos que buscan definir los límites de lo que vendría más adelante. Como digo, y teniendo en cuenta lo bueno, parece que no haya sido gestada del todo para funcionar como un largometraje (y es que no lo fue).

Sin embargo, me dieron lo que quería ver: un increíble Sidonia-romance entre HanaKana y une Megumi Ogata que absorbía toda mi atención cada vez que abría la boca. Solo con eso ya amorticé cada céntimo de la entrada.


Everthing Everywhere All at Once

Y, finalmente, la película que lleva resonando meses por todas partes, aunque nadie pueda pronunciar de carrerilla el título antes de verla.

Llevaba tiempo sin contemplar un dominio así de la yuxtaposición, reminiscente de cosas como Millennium Actress, que no deja de volverse más y más loco a medida que la obra abandona su tradicional estructura inicial para volverse algo más complejo. Me encanta su absoluta fidelidad a la escuela más jackiechanesca de la pelea y el dolor como comedia: no hay una sola oportunidad para hacer un chiste visual desperdiciada, ni un solo encuentro que no sea tan absurdo como gracioso. Hasta el clímax final, todos los elementos van atándose entre sí, poco a poco, para lograr un conjunto sorprendentemente uniforme.

Es en el ámbito temático donde la cinta se presta más a debate. Es cheesy, sí, pero no de manera gratuita sino con una intención muy clara: la de transmitir un mensaje de amor incondicional a las personas, no desde un prisma filosófico sino puramente humanitario. Es tan intensa que a ratos peca de optimista a la hora de asumir que la gente puede curarse de una depresión con los consejos y el afecto correcto cuando, muchas veces, no es así. Nunca alcanza, pese a ello, el extremo ingenuo de otras obras del estilo. Al final del día, es una cuestión de cuánta oscuridad veas en la respuesta final de la obra. En caso de que todo el discurso te parezca bien, ¡enhorabuena! Probablemente no seas una bola de nihilismo y sufrimiento.


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Me puse con este post porque quería escribir algo en automático, sin permitirme profundizar mucho en el tema tratado. Pensaba que iba a tenerlo listo en un momento, pero al final la publicación se alargó por un imprevisto, luego me pillé un COVID espectacular para empezar las vacaciones con buen pie... Y nada, al final he tardado en sacarlo como una semana.

Pero bueno. Ha sido una oportunidad aprovechada para hablar en caliente de un picadito de cosas de las que, como digo en el primer párrafo, igual no habría dado nunca mi opinión.



Palabras clave: El Hombre del Norte, Dónde está Anne Frank, Los tipos malos, Pierre Perifel, Doctor Extraño en el Multiverso de la Locura, La peor persona del mundo, Joachim Trier, Alcarras, Alcarrás, Carla Simón, Lullaby, Todo a la vez en todas partes, Dan Kwan, Daniel Scheinert, Daniels

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