Siendo sincere, 2024 ha sido un año de mierda para el anime. Siempre salen cositas, pero no sólo la lista de mejores estrenos anda poco peleada en comparación a otras veces, sino que algunos de los estudios más creativos del panorama actual se han terminado de rebajar a unos intereses más comerciales que me interesan más bien poco. Por otro lado, ha sido un año en el que he visto una cantidad de cine ridícula, aprendido sobre su historia y abierto mi mente a nuevas formas de narrar que dejan la media de la industria de la animación cada vez más atrás. Dejad que lo anticipe: de los 5 estrenos de este post, sólo uno me parece recomendable.
Ante este panorama, toca preguntarse qué me impulsa a seguir viendo anime. Supongo que hay un porcentaje de inercia, pero también es cierto que, tras tantos años de hobby, estoy en un momento mucho más jugoso de lo que sugiere mi cinismo. Puedo contar con los dedos de una mano los títulos mínimamente reconocidos que me quedan por revisar, pero tengo muy claro lo que me gusta. Me resulta fácil descartar cualquier cosa que no me interese, pero también encoñarme con nombres impopulares, no siempre tan buenos siquiera, que disfruto en la soledad de mi cuarto de un modo sereno, íntimo y genuino; casi fetichista. Eso está bien. Todavía me gusta el anime. Es sólo que mi forma de amarlo es diferente a la de antes.
¡Pero basta de hablar sobre mí y metamos la patita en la actualidad!
Zenshuu.
Parece que fue en otra vida cuando MAPPA era un estudio de proyectos originales y bien producidos con un importantísimo nombre de la vieja Madhouse a la cabeza. En realidad, fue hace sólo 10 años. Y aunque no es exagerado lamentar que el estudio se ha echado a perder desde entonces, que hayan conservado la práctica de escribir sus propias series de vez en cuando es un importante clavo ardiente al que aferrarse.
Zenshuu. no es muy buena. La comedia sobre una directora de anime con bloqueo artístico que termina transportada al mundo de un viejo anime de culto está mucho menos atendida que cualquiera de las IPs importantes con las que ha trabajado el estudio fundado por Maruyama en los últimos años. No habla en imágenes tanto como debería ni trata a le espectadore con la inteligencia que cabría presuponer. Pero hay momentos aquí y allá, como esa referencia a Nausicaä en forma de genga viviente al final del capítulo, en los que se vislumbra lo que la serie quiere hacer.
La industria del anime está en pésima forma; urge un cambio en la dieta alimenticia. Proyectos como este no son el nutritivo filete de salmón a la plancha que necesitamos, pero sí un tímido cuenco de arroz blanco, no demasiado apetecible, pero que contrasta positivamente con las chucherías de mala calidad que plagan el resto de la mesa. Su único pecado es no ser capaz de llevar todas sus ideas a buen puerto en un contexto que, de todas formas, jamás se lo iba a permitir. Seamos amables: la próxima vez saldrá mejor.
Sakamoto Days
La industria del manga es marronera que flipas, con una desproporcionada cantidad de morralla y una gran parte de las series salvables refrenadas por tiempos de producción insostenibles e incluso hachazos inesperados de la editora. Pero las que sobreviven a ese medio tan hostil demuestran que también resulta un caldo de cultivo idóneo para ideas brillantes. Incluso en series genéricas o no tan buenas existen una pureza y una coherencia innegables, fruto de la visión de une sole autore con (casi) todo el control creativo.
En contraparte, cada vez me cuesta más encontrar aspectos redentores en la industria del anime. Sobre todo, por supuesto, cuando hablo de adaptaciones. El anime de Sakamoto Days se siente como un subproducto de una maquinaria en piloto automático que tiene la imperiosa necesidad de adaptar cualquier manga popular de la Jump a los 4 años de empezar su publicación, caiga en manos de quien caiga. ¡Y a tirar millas!
No se trata de una serie completamente disfuncional. A ratos llega a ser muy fea, pero se adscribe a unos mínimos de aceptabilidad. Pero, y es un poco triste plantearlo en estos términos, no hay un solo motivo para decantarse por esta versión animada con lo bien que dibuja Yuuto Suzuki, encima sin garantía alguna de una adaptación que rompa la frontera de los dos cours.
Últimamente me he enganchado a Gundam. En plan, a la franquicia. Me veo un capítulo todas las mañanas mientras me despierto con un café. Pronto empiezo Wing. No sé cómo de buena será, puede que no demasiado. Pero la veo porque me apetece, no porque sea el anime nuevo de Netflix que "toca ver". Visionados con significado, gente. Eso es lo importante.
Sorairo Utility
A veces, cuando me pongo a escribir, no tengo idea de qué decir. Suele ser porque tengo demasiadas cosas en la cabeza y no sé en qué centrarme, o al menos por dónde empezar. Con Sorairo Utility no sé qué decir. Y, por una vez, es por todo lo contrario. Creo que estamos ante el raro caso en el que no hay nada que decir.
¿Suena un poco cruel? Quizás. Pero ni los elementos ni el todo de este anime son lo bastante diferentes como para considerar por un segundo elegirla sobre la miríada de series, películas, libros, videojuegos o podcasts que anegan nuestra vida. Los diseños no están mal, pero responden a los arquetipos más planos imaginables de un CGDCT. El storyboard es descriptivo en el mejor de los casos, los fondos son un cúmulo de ilustraciones digitales cualesquiera y ni la música ni los diálogos tienen un ápice de carisma.
Es una serie mala, no porque haga daño a nadie, sino por una ridícula ausencia de alma. Una lástima, viniendo de un ex-Trigger. Otra vez será, supongo.
Momentary Lily
Pecamos de afrontar la crítica artística siempre igual. ¿Quién es le autore de tal o cual cosa? ¿Cómo se relaciona con su obra previa, cuál es su estilo? En realidad, de la mayoría de cosas se podría hablar sin hacer referencia en ningún momento a le directore, dibujante o desarrolladora. Pensando única y exclusivamente en el texto que tiene delante. No puedo decir lo mismo, sin embargo, de la obra de GoHands.
Supongo que eso es bueno. Hacen algo que nadie más hace. Sólo por ello, encuentro más sentido a la existencia de Momentary Lily que a la de Sorairo Utility. Las dos personas en todo el mundo que disfruten del modus operandi del estudio encontrarán en ella algo irremplazable. ¿Significa eso que me gusta o tan siquiera que me parezca bien hecha? Joder, ¡no!
Respeto que quieras llenar todo de onomatopeyas, pantallas partidas y grandes angulares. Panty & Stocking lo hace. Pero aquí no hay un solo segundo de reflexión dedicado a estilizar estos recursos de manera que haya una coherencia estética. El texto está mecanografiado y pasado por AfterEffects; las divisiones son líneas de color plano. El sentido del random en esta serie no nace de un alma punk y autoconsciente, sino del mal gusto y de la incapacidad para crear algo con sentido. Una fricción con un sabor innegablemente fuerte que para alguien, estadísticamente, resultará atractiva. Por mi parte, pasando.
Hana wa Saku, Shura no Gotoku
Hablaba en Sakamoto Days de las adaptaciones insuficientes que no aportan al material original ni terminan siendo más que anuncios. No voy a decir que HanaShura sea la antítesis total de eso como si estuviésemos ante una serie de KyoAni o Bocchi the Rock!, pero la dupla de Studio Bind y Ayano Takeda (escritora de las novelas de Euphonium) es más que suficiente para justificar la existencia y el visionado de esta serie.
Creo que muches nos enganchamos al anime por, entre otras cosas, su capacidad para elegir un tema arbitrario y dedicar una serie entera a explorarlo. En este caso, tenemos la recitación y la emisión radiofónica como ejes centrales. Sin emanciparse excesivamente de cuestiones de puesta en escena típicas del medio, con algunas virutillas de escuela Yamada espolvoreadas por aquí y por allá, sabe desmarcarse de tu típica serie de club escolar gracias a un elemento clave: su setting.
Es el único anime de la temporada verdaderamente preocupado por el espacio en el que vive su elenco, en este caso una isla (ficticia, a no ser que me equivoque) de 600 habitantes. No sólo hay un trabajo visual por captar la atmósfera del entorno mediante unos fondos más que notables e integrar a los personajes en ellos, sino que la idiosincrasia del lugar afecta a la trama y a los matices con los que se sienten las conversaciones, ejemplo fácil siendo toda la problemática del ferri de regreso que la protagonista toma diariamente desde su instituto.
En definitiva, puede que no sea el pistoletazo de salida más rompedor de la historia, que le quede mucho camino hasta rozar siquiera la profundidad de una Euphonium o la textura de una Mushoku, pero HanaShura se presenta... bueno, como una serie. Una que no es un anuncio, que tiene algo que ofrecer, ya sea mejor o peor. Y coño, estoy aquí porque me gusta el anime, ¿no? ¡Que a veces se me olvida!
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Palabras clave: Mitsue Yamazaki, Kimiko Ueno, Yoshiteru Tsujino, Kayoko Ishikawa, TMS Entertainment, Masaki Watanabe, Taku Kishimoto, You Moriyama, Yostar Pictures, Kengo Saitou, Risa Mizuno, Shingo Suzuki, Susumu Kudou, Katsumasa Yokomine, Musshu, Ayumu Uwano, Kazuyuki Fudeyasu, Kou Aine