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Sobre la terrorífica palabra "ACTUALIDAD" (y primeras impresiones de OTOÑO 2025)

Empecemos por el final. Estas son las últimas primeras impresiones que voy a redactar.

Con la ida y venida de cosas ocupando mi vida, sabía que este momento llegaría, pero tras 33 temporadas ininterrumpidas esperaba que fuera una decisión significativa y no un simple apunte confirmando lo que ya sabíamos desde hace años yo y las pocas personas que me leen. No obstante, quiero aprovechar la necesaria ceremonia para sacarme de la cabeza una serie de ideas que llevan tiempo macerando en los rincones más cínicos de mi mente. Va a ser un texto largo y algo derrotista, pero ante todo sincero, y si os decidís a leerlo, espero que saquéis algo bueno de él, aunque no sea una idea muy concreta.

Tengo algunos problemas con la animación como concepto, bastantes roces con el anime y un enorme conflicto con la idea de "actualidad".


I. - LA ANIMACIÓN ES UN POCO UNA MIERDA

Veamos... La primera proyección de una película sucede en 1895, cortesía de los hermanos Lumière. En 1914, Gertie the Dinosaur se convierte en el primer gran éxito del mundo de la animación, si bien como parte de un espectáculo de vodevil y no como un entretenimiento en sí mismo. Además, sin técnicas avanzadas o estudio que apoyara la labor de Winsor McCay, se asienta como poco más que el experimento de un excéntrico dibujante.

Parémonos aquí. Son 20 años de diferencia. Cuando la animación logra ser relevante por primera vez, Alice-Guy Blaché ya compone poesía visual en cámara, Lois Weber está experimentando con composiciones que hoy día aún nos parecen estrafalarias, Benjamin Christensen ha dirigido La X misteriosa, Italia ha definido la idea de superproducción, Yevgeni Bauer ha debutado y Griffith está a punto de estrenar El nacimiento de una nación. 20 años.

Con esa desventaja, la animación empieza a correr.

Disney se funda en 1923. El primer cortometraje de Mickey Mouse se estrena en 1928. Para ese año, Dreyer ha dejado de pensar en el espacio de acuerdo a reglas físicas. Vertov articula discursos enteros sólo a través del montaje. Murnau, DeMille, Ford, Kinugasa, Wiene, Keaton, Sjöström, Murata, Chaplin, Flaherty, Gance, Protazanov, Curtiz, von Stroheim, Fairbanks, Pudovkin, Lang, Vidor, Dovzhenko, Clair, Einsenstein... y los dibujos animados todavía no han producido un solo largometraje¹.

30 años... 40... más y más...

¹Existían largometrajes de recortables, de los cuales sólo se conserva Las aventuras del príncipe Achmed, pero no de dibujos animados.

En los años 30 los géneros cinematográficos se asientan en Hollywood, y uno de ellos es el cartoon. Sus características: cortometrajes de carácter cómico especialmente dirigidos a la infancia que acompañan la proyección de un largometraje de imagen real.

El cine producido por Disney creía en el tamaño como clave del éxito. Sus películas son caras de producir, prohibitivamente caras para sus competidores.

Rossellini saca la cámara a las calles, pero la animación se hace en estudio, así que... nos conformamos con lo que tenemos. Cassavetes revoluciona el cine independiente en un país que parecía dominado por la producción de un solo barrio, pero la animación es cara, así que... nos conformamos otra vez. Total, Mickey Mouse funciona, ¿no?

Se refuerza el encasillamiento. Y a medida que el Séptimo Arte se expande, el mundo entero intenta construir su propia industria de la animación emulando el estilo dominante, pues no hay otro referente. Pero para entonces el cine ha evolucionado tanto que hasta el cine poético ha quedado obsoleto. Griffith muere y la animación sigue sin ser más que un ratón cachondo y sus tullidos imitadores.

60 años... 70... 80...

Por suerte, la segunda mitad del siglo XX fue mejor que la primera. Artistas de todas partes comienzan a innovar aprovechándose del formato del cortometraje, más aprehensible que otros. Durante muchos años el stop-motion, que partía con ventaja por sus antecedentes y su cualidad estética inimitable, es donde más se cultiva el potencial de la técnica.

Sin embargo, la mayoría de estes artistas son diseñadores antes que cineastas, no excesivamente preocupades por las cualidades expresivas del plano como morfema y de la escena como oración, o sencillamente vanguardistas inclasificables como Ruttmann o McLaren. Esto en sí mismo no tiene nada de malo (jamás me oiréis hacerle ascos a la inigualable obra de personas como Jiří Trinka, Raoul Servais o cualquiera de los Alexander que han hecho vibrar la animación rusa), pero el corto europeo termina consolidándose como una burbuja alternativa al cartoon estadounidense, una con sus propios límites, en lugar de producirse una verdadera liberación de la animación.

Y mientras Paradzhánov consigue subvención para narrar la vida de un poeta armenio a través de composiciones abstractas inspiradas por arte medieval, mientras gente como Lav Díaz se hace un nombre en festivales con películas de más de 10 horas de duración, nosotres seguimos con la vista puesta en nuestros antecedentes y limitando nuestra imaginación, repitiéndonos los mismos insultos condescendientes que nos espetaron hará un siglo como si fuéramos algo distinto al resto del cine.

La animación es infinita, pero la mente de les animadores aún no. Y hasta que nos liberemos, no podremos ser la vanguardia.


II. - EL ANIME ES ABIERTAMENTE UNA MIERDA

Todo lo que acabo de mencionar está elevado a la enésima potencia en el demencial mundo de la industria japonesa, y es que la única experiencia más descorazonadora para un ser humano que visitar Akihabara debe ser participar en una conversación sobre anime. Si tuviera que resumir la miríada de disgustos que te vas a encontrar en cualquiera de estos sitios en una sola problemática sería la siguiente: las personas que ven anime habitualmente sólo ven anime. Ni pelis de imagen real, ni series, ni libros, ni cómics que no sean japoneses... como mucho, algún videojuego puede llegar a caer.

Cada cual es libre de hacer lo quiera con su tiempo, ¡faltaría más! Pero resulta que el anime es una fracción del mundo de la animación, la cual es una fracción del mundo del cine, el cual es una fracción del mundo del arte. Y, sin embargo, basta con pasar 2 minutos en AniList para encontrarte con une pseudointelectual lo bastante desubicade como para utilizar la palabra "medio" en referencia al anime. "Medio". "MEDIO". Hay que joderse. Un poquito de humildad, por favor.

Le espectadore de anime promedio ha hecho tanto zoom en su casita de muñecas particular que ahora se pone a hablar de fútbol con la liga nacional de Malta como vara de medir. Ha normalizado unos estándares de calidad tan ridículamente bajos que cuando sale algo como Frieren una comunidad entera se echa a llorar, se arranca las vestimentas y da comienzo a un frenético ciclo masturbatorio, apasionado como si la mismísima Virgen María se hubiera aparecido para enseñarles las tetas en el evento universal más importante desde el jodido Big Bang.

Los límites de la habitación en la que trabaja este hipotético sujeto son tan reducidos que para seguir autoengañándose no queda más remedio que hiperfijarse con la manera en que tal animador estiliza la nariz de un personaje y renombrar principios básicos de la animación que llevan 90 años definidos, empleando términos que sólo tienen algo de chispa si tu japonés se basa en las palabras "sugoi!" y "kisama!". Por ejemplo, une verdadere fan del anime no habla de animar un "parpadeo" o un "blink". Dice "mepachi", que significa... "parpadeo". Pero no se refiere a un parpadeo cualquiera: se refiere a un parpadeo de tres dibujos donde el intercalado está más cerca del ojo abierto que del segundo. Ya sabéis, esa cosa que debió inventar Oda Nobunaga, o algo...

Cada vez me confunde más ver a un millón de personas perdiendo la puta cabeza cuando un episodio contiene 5 segundos de full animation, todo mientras un ejército de virtuosos de otras nacionalidades produce consistentemente obras de idéntica o superior frescura y calidad técnica. Es un acto que no puede considerarse sino racista, frecuentemente contra la propia nacionalidad.

DISCLAIMER: creo que es evidente, pero no estoy diciendo que todo el anime sea basura, o que no existan diferencias matizables en el método de producción con respecto occidente, o que Frieren sea mediocre, ni mucho menos pretendo ofender a quien disfrute de su hobby de manera sincera y humilde. En este apartado sólo pretendo reflexionar sobre los riesgos del circle jerk que fans y productores de anime tienen (¿tenemos?) montado, un circuito cerrado del que las ideas no salen pero, sobre todo, donde tampoco entran.

Si entras a un edifico cualquiera en el barrio otaku de Japón que más rabia te dé, llama la atención que cada balda está dedicada exclusivamente al merchandising. A uno ridículamente caro y también sorprendentemente específico. Hay diferentes formatos, pero los más importantes son los discos, las figuras y los mekas (que también son figuras, pero para un público específico). Si tu anime no puede comercializarse como uno de estos tres formatos ni convertirse en un gacha para móviles, no es competitivo. Si tu serie no encaja claramente en la planta de las franquicias para chicos (idols semidesnudas), ni de las franquicias para chicas (bait yaoi) ni... ni eres Gundam, entonces no es competitiva. Y punto.

Esta temporada de otoño el único anime al que he sido capaz de dar una oportunidad es SANDA. ¡Y la verdad es que el primer capítulo no está mal! Tiene el tipo de premisa loca, imposible en occidente, que atrajo a les adolescentes de mi generación a este satélite del mundillo en primer lugar. Los dibujos son consistentemente buenos. Antes, esto habría sido suficiente para mí.

Pero... ahora no puedo dejar de ver un aura catastrofista en todo lo que rodea al estreno. El sentimiento de que, al igual que con Dan Da Dan, la cosa irá decayendo progresivamente. De que, al igual que Heavenly Delusion, recibirá una sola temporada. De que, ante todo, estoy viendo la adaptación de un manga mucho más libre que su homónimo televisivo. Y de que, efectivamente, los diálogos son un poco estúpidos y la puesta en escena no hace nada muy interesante... pero no puedes pedirle peras al olmo. Es anime, no una peli de Béla Tarr. Hecho por gente que sólo hace anime para gente que sólo ve anime. Y nada más que eso.

¿Por qué?

¿Por qué?

¿Por qué?

¿Por qué?

¿Por qué?

¿Por qué?

¿Es porque es animación?

¿Es porque es japonés?

¿Es porque somos gilipollas?

¿Es porque vivimos en el siglo XXI?


III. - LA ACTUALIDAD ES UNA PEDAZO DE GRAN MIERDA

Si estás leyendo esto, probablemente sepas lo que significa la palabra "FOMO". Quizá tienes una relación complicada con ella, quizá incluso trates activamente de evitarlo. Le espectadore de anime de le que hablaba en la sección anterior tiene como 300 series en el plan to watch de su cuidada AniList, pero a lo largo del año no tachará más que uno o dos y repetirá tropecientas veces "A ver cuándo me pongo Chihayafuru, que la tengo súper pendiente...". Y mientras tanto, se meterá entre pecho y espalda diez series por temporada, puede que más, todas ellas títulos que en realidad le generan menos interés que Chihayafuru.

Si le preguntas "¿Por qué ves la quinta temporada de Reencarnado en una riñonera de cuero para hiper-gatitas cachondas en lugar de Chihayafuru?" probablemente te responda con mil acrobacias mentales ridículas como que "Este es el momento de ver Reencarnado en una riñonera de cuero para hiper-gatitas cachondas porque ahora es cuando se produce la conversación, cuando más jugo puedes sacarle a cada capítulo, el único instante en que podrás disfrutar de un discurso que después cambiará, no necesariamente a peor, pero sí que tenderá al estancamiento más que el de ahora, y es que ver anime es más que un fin: es un medio para conectar con otras personas".

Puede tener sentido para una serie por estación, pero... ¿invertir horas y horas de ocio en anticipar los estrenos de la siguiente temporada cuando ni siquiera ha terminado la presente, discutir largo y tendido sobre cuál es el mejor opening de verano, extraviarte por el bien del humor autoindulgente en forzadas cadenas de paralelismos que pierden la vigencia a las dos semanas...? Lo siento, pero es un comportamiento normalizado que raya en la patología y que tiene como única respuesta honesta que eres presa del FOMO. El auténtico momento de ver Chihayafuru sólo llegará cuando anuncien la cuarta temporada y toque ponerse al día (esto es: nunca).

Ya conocéis el discurso básico. Ver anime, ver cine, jugar videojuegos, leer libros... la sociedad de la información se las apaña para transformar cada fuente de placer en un inagotable surtidor de deberes. Si te haces socie de La Casa del Libro, recibirás infinidad de correos hablándote de los lanzamientos del mes, pero ni uno solo sugiriendo un libro de hace años que podría gustarte. Si usas Netflix, a los pocos segundos de arrancar los créditos de esa película que tanto te ha conmovido ya tendrás un anuncio de la nueva serie de la que todo el mundo está hablando esa semana y que no te puedes perder. Pero lo peor no es este bombardeo de publicidad, sino los obstáculos a los que te enfrentas cuando reúnes el coraje suficiente como para desinstalarte Twitter.

Pongamos que eres una valiente e inteligentísima persona que tras años de darle vueltas al asunto ha llegado a la revolucionaria conclusión de que la sala oscura de un cine es mejor contexto para procesar un película que tu móvil esperando el tren de Atocha. Estás decidide a poner de tu parte y darle a las películas la atención que se merecen en un profundo acto de respeto hacia cada una de las personas involucradas en su producción. Las células de tu cuerpo han desarrollado terminaciones nerviosas especialmente pensadas para generar ráfagas de un placer sexual incontrolable con la mera pronuncia de la palabra "cultura". Sobrevuelas el celuloide con absoluta visión nítida. Te has pasado el juego. La Matrix ya no es para ti. Entonces, sé bienvenide a los auténticos deberesResulta que la mayoría de películas duran un solo fin de semana en cartelera, y si quieres verlas en condiciones ideales tienes que hacerte un puñetero calendario de estrenos.

Suena estresante, ¿no? A lo mismo que ese fan del anime que consagra sus tardes a mantener pulcra su lista de watching, que se pajea con la sola idea de llevar todas sus series al día. Nada, chavales, terrible, abortamos. Hemos esquivado una bala por los pelos. Han mancillado el bello arte del cine, ¡esos hijos de puta! ¿Quiénes? Los de Cinesa, claro, panda de cabrones que sólo piensan en el dinero... no como tú, por supuesto, que usas ThePirateBay con fines única y exclusivamente revolucionarios; eres el puto Mijaíl Bakunin del activismo digital. Te has leído un resumen de Realismo Capitalista y eres capaz de ver a través de cualquier engaño que te pongan delante. Te adaptas, eres el maldito primer ejemplar de homo sapiens politicus en la historia de la humanidad, recién salido de la cocina de la evolución. El jodido Charles Darwin está retorciéndose en su tumba por no tener la oportunidad de estudiar los privilegiados genes que bailan la conga en el interior de tus genitales.

Así que ahora tenemos un club de copitos de nieve especiales, libres de toda venda sistémica, y nos disponemos a metamorfosearnos en el puñetero príncipe Siddharta. Te unes a r/patientgamers. Te quitas Letterboxd. No empiezas nada que no esté terminado. Te montas un rincón de lectura y llenas tu estantería con libros viejos comprados en tiendas de segunda mano, de esos que tienen el precio en pesetas. Sólo hablas de la peli de Chantal Akerman que has visto esa semana con tu colega íntimo, nada de esa basura polarizada de Twitter. Estás en una nube. Nunca has disfrutado del arte de una forma tan pura e intensa.

Y nunca has apoyado tan poco a les creadores que admiras.

La mayoría de películas sólo sobreviven un fin de semana en cartelera, decía. Esos primeros tres días suelen ser lo único que importa de cara a los multisala. Y sin numeritos con los que llenar los gráficos de una presentación, hasta le productore más competente puede pasarlas canutas para levantar un presupuesto pequeño. Misma historia con las visualizaciones en plataformas. Si quieres esperar a que Mighty Nein o Pluribus terminen su producción para disfrutarlas, es como si hubieras votado para que no haya más temporadas. Si no usas redes sociales para celebrar el estreno de The Mastermind, es mucho peor para su difusión que escribir cagándote en ella. Si quieres tomarte en serio la propuesta de Die My Love en lugar de hacer memes con Los juegos del hambre y Crepúsculo, probablemente estés haciendo flaco favor a Lynne Ramsay. En un intento por recibir de la manera más íntima y libre de prejuicio posible la obra de un equipo maravilloso, les estás puteando. Yo también. Yo le primere. Y luego pongo el grito en el cielo cuando no renuevan Scavengers Reign.  Tarde. Muy tarde. Demasiado tarde.

La actualidad es una mierda no sólo porque seguir el ritmo de la rueda de hámster sea extenuante sino porque a estas velocidades intentar bajar equivale a meterse la hostia del siglo y llevarte por delante a todo aquel que siga jugando al juego.

Vivimos una verdad tan rocambolesca que si confiamos en la lógica terminaremos llegando a las soluciones más estrafalarias para tratar de subsanar estos innumerables problemas. Dejar reproduciendo una serie que te interese durante toda la noche, varias veces incluso, aunque no pretendas verla hasta años después. Comprar por Internet una entrada para un cine que te guste y quedarte en casa viendo alguna peli vieja en lugar de acudir a la sesión.

No sé qué es lo correcto, ni qué pensaría si mi trabajo fuera el de periodista cultural, si me pagaran por dedicar ocho horas al día a entrarme de lo que sale. Quizá tendría un punto de vista menos cansado.

Pero, ahora mismo, sólo sé que no tengo energías para seguir tirando los dados. Ni siquiera para pasearme por mercadillos de libros. Sólo quiero pasar las noches viendo pelis de Hong Sang-soo y leyendo El Archivo de las Tormentas, disfrutar de convertirme en una gran masa de algo que no es chicha ni limoná, pasar el invierno deseando que nadie venga a visitarme y ya encontraré el verano que viene un motivo para polarizarme.

Adiós, anime. Me cambiaste la vida. Nos veremos de vez en cuando.

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