Llevo como un año empezando todas estas primeras impresiones con el mismo párrafo agridulce, así que voy a intentar vomitar un poco de positividad improvisada.
La idea de la "temporada de anime" es una mierda. Lo siento, chiques. Sé que la primera vez que seguisteis algo en emisión fue la polla, "viernes de Attack on Titan", o lo que tocara, pero si estáis leyendo este post probablemente ya se os haya complicado. Salen demasiadas series, pelis, videojuegos y libros, y la forma actual de consumo compartido se ha dedicado sistemáticamente a convertir el estar al día en una estresante responsabilidad. Por defecto, AniList te manda recordatorios cuando se emite un capítulo. Toda esta morralla es el peor entorno imaginable para extraer experiencias memorables y reflexiones interesantes de lo que vemos. Últimamente me he cansado, y cada vez me alejo más de esta cultura. Ya me jodería, pero mi salud mental lo está agradeciendo.
¡Menos mal que iba a ser positive! El caso es que... esta temporada, por primera vez en más de un año, me ilusionan los estrenos. No todos, no es que de repente haya siete pepinos cósmicos en emisión. Simplemente el tipo de propuesta que se ha llevado está mucho más en mi línea que lo habitual. Sé que Panty & Stocking sale los jueves y City los domingos, y aunque no quiero volver a meterme en el agua en incesante búsqueda de olas que surfear, sí he visto un tsunami acercarse a la playa y me apetece lanzarme contra él. Va a ser un buen verano.
Hikaru ga Shinda Natsu

El verano en que Natsu murió está muy guapa. No sé cómo de buena o mala terminará siendo, por dónde tirará su trama, cómo de fino será el manga o si lo acabarán cubriendo entero; no sé nada salvo que está muy guapa.
Es una apreciación inequívocamente subjetiva, aunque creo que precisamente por ello tiene un valor. Me gusta la atmósfera enajenada de los pueblos al oeste de Kanto, resueno más de lo que desearía con una persona dispuesta a elegir una calcomanía espuria con tal de no enfrentarse a la soledad y me atrae visceralmente cualquier trabajo de sonido que me remita a Lain o Ghost Hound.
No se producen tantas series con la actitud de Hikaru ga Shinda Natsu, y tiene gracia porque su sentido del drama, sus composiciones sin aire, sus abstracciones y su fotografía... son lo que me enganchó a cierto tipo de anime y lo que siempre he relacionado con el género. Habrá que ver si Netflix tiene lo que hay que tener para calmar el apetito de les fans de Shunji Iwai, pero desde luego tenemos suficiente hambre como para lanzarnos a por cualquier cebo como fieras descerebradas. Y a mucha honra.
Kaoru Hana wa Rin to Saku

En 2025 hay una forma de hacer "buen anime". No digo que sea la correcta, ni la que a mí me gusta, pero existen miles de tendencias que chocan y se pulen entre sí, sedimentándose en una dirección estilística, series aprendiendo de series y perfeccionándose o incluso mutando por accidente. Y si hay un estudio en el que todas estas corrientes confluyen, que lleva por bandera el estándar de las modas actuales, ese es CloverWorks.
La nobleza de las flores es el nuevo eslabón de esta cadena, orgulloso de su pulido pero blando en su fondo: misma línea fina pero bien modulada de siempre, misma inteligente distribución de recursos, mismos eficientes arquetipos realzando unos roles de género que ya ni siquiera existen.
Esta vez no tengo mucho que aportar. Me sorprende la entusiasta recepción de una serie que no tiene ni un ápice de la energía que tenía Kaguya, pero tampoco se me antoja un caso insólito o aislado; a la gente le gustan los lugares conocidos que KaoruHana recorre, y si todas las series los andaran con esta solvencia, a nadie le parecería un problema muy grave. Pero... no creo que sea para mí.
Ruri to Houseki

Japón es el único país con los cojones de hacer una serie sobre las tetas una estudiante de posgrado y subtitularla "Introducción a la mineralogía". Pero, mal que me pese, Onii-chan wa Oshimai puede ser la serie con mejor gusto visual que ha tenido el anime en un lustro, y en estos dos años Shingo Fujii ha trabajado duro con su equipo y ofrecido una sucesora a la altura.
Es fácil saber si te va a gustar Ruri to Houseki. Mientras que con otras primeras impresiones me veo en la obligación de subrayar con incertidumbre que el desarrollo de tal o cual obra decidirá su calidad, con esta tengo la convicción de que los once capítulos restantes van a ser igual de consistentes que su piloto. ¿Te apela su idea de moe? ¿Eres capaz de hacer las concesiones necesarias para ignorar o incluso disfrutar del amor de la serie por los vaqueros ajustados? ¿Cuántas ganas tienes de recibir una explicación sobre los procesos sedimentarios del granate?
Que abandone toda esperanza aquelle que cruce este umbral. Tiene pinta de que yo me la voy a terminar.
Gachiakuta

El shounen de peleas es algo casi tan viejo como el manga en general. Siempre ha estado allí, pero no de la misma forma: cada época tiene su bandera, y la de la nuestra (qué duda cabe) es Chainsaw Man. Viendo Gachiakuta, no hay muchos elementos solapados con la obra de Fujimoto, pero ambos tienen en la portada un pavo muy enfadado, algo más importante de lo que pudiera parecer.
Se digiere mejor la nueva propuesta de bones film cuando sabes de dónde viene y adónde va, cuando conoces a sus coetáneos y a sus antecesores, cuando puedes compararla con Soul Eater y con Jujutsu Kaisen y entender exactamente qué está planteando. Y es que, muy a mi pesar, es una serie un poco torpe. Lo es, sobre todo, en su escritura, que sabe hacerse venir bien los tropos con los que trabaja pero fracasa estrepitosamente a la hora de dispensar su exposición con sutileza y buen gusto, o simplemente de presentarse con la frescura de las grandes series.
Hay tela que cortar en Gachiakuta, tela de colores interesantes; lo sé porque he leído bastante shounen, y tú también lo sabrás si alguna vez la Jump te ha cancelado una serie que seguías solo tú. Pero es tela torpemente entrelazada, sucia incluso, pervertida por el recelo de ser una adaptación que sabe Dios si cubrirá el manga hasta el final.
Si crees que eres el target, que harás con gusto las epítropes necesarias, adelante: dale amor. Le deseo todo el bien del mundo, aunque de momento se vaya al infierno de los "algún día".
CITY THE ANIMATION

El otro día hablaba con un amigo y comentábamos lo complicado que se ha vuelto decir que "te gusta Japón" sin añadir algún asterisco, no porque en los últimos 15 años se haya sobrevenido el Apocalipsis, sino porque el auge de la cultura otaku occidental ha homogeneizado el significado de la frase. Ahora más que nunca, "Japón" significa anime para adolescentes, ramen y gachapon.
Cuando me digo que me gusta Japón pienso en muchas cosas, a veces en las tres que acabo de enumerar, pero sobre todo en una forma rocambolesca y atrevida de responder a los interrogantes creativos que se plantean en la vida de une artista. Pienso en Nobuhiko Obayashi, en Keita Takahashi, en Tetsuya Mizuguchi y en otres cientos de creadores. City the Animation es la inusual serie que tiene más que ver con esa parte de Japón que con el estresante torbellino que recorre Akihabara.
Es difícil de explicar, pero está en su humor indiscutiblemente nipón, en su valiente mezcla de costumbrismo y locura, en sus desquiciadas decisiones de puesta en escena e incluso en ese fetichismo por los entornos urbanos detalladamente representados con líneas negras y colores planos. Si hay un estreno este año que recomiendo, ese es City the Animation, porque se siente puro en lo que quiere ser y comprometido en lo que resulta; el único que, por encima de anime, es animación.
Y chin pum.
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